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En medio del día a día los seres humanos adquirimos una rutina que puede ser bastante acelerada. Muchas veces desde antes de ir a dormir ya estamos pensando en lo que nos espera al día siguiente, para muchos puede ser llevar a sus hijos a la escuela, para otros puede ser alcanzar a tomar el transporte público a tiempo o desayunar algo medianamente decente antes de ir a la universidad. En cualquier caso nos programamos y a veces nuestro pequeño reloj biológico nos traiciona, haciendo que salgamos sobre el tiempo.

Sin embargo tras esta maratón, constantemente estamos recibiendo de manera inconsciente estímulos sensoriales que alertan y guían a nuestro cuerpo entre los objetos que nos rodean. Desde el despertador, el primer chorro de agua fría que sale de la ducha mientras se calienta, el sonido del microondas, el televisor encendido de fondo mientras desayunamos, los cubiertos que golpean los platos, el humo de automóviles en la calle, el sonido fuerte de unos tacones que van de afán, el mismo sol o viento que golpea nuestro rostro cada mañana y qué decir de los 3000 impactos de publicidad convencional a los que estamos sometidos diariamente y recordamos solo el 12%; incluyendo logos, avisos, carteles, vallas, paraderos y cuñas radiales.

Esta información puede parecer obvia, pero realmente no somos conscientes de nuestro entorno y solo gracias a la organoléptica podemos disfrutar de cada sensación ¿Sabes de qué se trata?

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La organoléptica según su etimología proviene del griego ὄργανον órganon ‘’órgano’’ y ληπτικός lēptikós ‘’receptivo’’, es aquella propiedad de cualquier objeto capaz de ser percibida a través de los órganos de los sentidos. Normalmente siempre nos han dicho que los seres humanos tenemos solo 5 sentidos (vista, gusto, oído, olfato y tacto) pero realmente hemos desarrollado una sensibilidad mayor frente a nuestro entorno sin darnos cuenta, valga la redundancia, y no me refiero al sexto sentido que habla de los presentimientos sino a la capacidad de sentir calor, frío, dolor, equilibrio, proximidad de objetos, llenura, ser conscientes de nuestras extremidades, saber si un alimento está descompuesto, entre otras.

Estas técnicas de reconocimiento se dan por aprendizaje cultural o repetidas experiencias personales, haciendo que juzguemos previamente a lo que nos rodea y podamos distinguir las propiedades de los objetos o alimentos mediante nuestros sentidos. Por ejemplo se podría decir que el sabor de la comida picante es bien aceptado organolépticamente por los mexicanos, o que el consumo de insectos no genera una sensación desagradable en algunos países de África, sin embargo como ya lo dijimos antes, las sensaciones que motivan rechazo o aceptación de objetos pueden variar con el tiempo y entre una cultura u otra.

Ya que sabes esto, las marcas de alimentos especialmente pueden ir familiarizando a las personas con nuevos sabores y generar técnicas de estudio para sus productos de manera organoléptica. A través de los focus group o testing los consumidores pueden juzgar un producto por la forma de su empaque, por las sensaciones que les producen los colores de la etiqueta, la textura en las manos y boca, el sabor y el aroma, creando opiniones que pueden mejorar el producto a lanzar.

En el siguiente comercial de M&S podemos observar todas las características organolépticas a nivel visual, no obstante nuestro aprendizaje previo con la comida nos da la capacidad de provocarnos e imaginar aromas y texturas al mismo tiempo:

Otra manera en que las marcas pueden ayudar e invitar a agudizar los sentidos de sus clientes son a través de las catas de vino, queso, café, té, whisky, etc. Los puntos para tener en cuenta y revisar si tus productos cuentan con buenas características organolépticas son el aroma, el color, el sabor, el sonido y la textura. Después de revisar si tus productos o estrategias se destacan a través de alguna de estas características, tu marca estará lista para dar un paso hacia el marketing sensorial.


Bibliografía

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